miércoles, 17 de julio de 2013

J.C.F CAP: 18


Viernes.
Último día de la semana laborable, por fin llegaba el deseado fin de semana. Normalmente a Peter no le importaba en absoluto ir a trabajar, le gustaba su trabajo, disfrutaba de el. Le gustaba el ambiente de la oficina, y las charlas con los amigos sobre las chicas, las conquistas, todo eso era genial… hasta ahora.
Desde el lunes, se descubrió deseando volver a casa para ver a su maldita y sensual vecina. Y desde la noche anterior, la quería ver más que nunca. En principio quería volver porque no había podido pegar ojo en toda la noche, y no se enteraba de nada de lo que leía. El día estaba siendo horrible. Su secretaría le había tenido que repetir unas cuantas de veces la misma cosa. Su mente se iba.
Pero sobre todo la quería ver, quería ver aquellos ojos marrones de nuevo. Dios ¿Por qué siempre después de un buen polvo todo se fastidiaba? Joder. Le hubiera gustado disfrutarla más, le hubiera gustado hacer el amor más veces… toda la noche a ser posible.
Frustrado miró el reloj ¿Por qué pasaba tan lento el tiempo cuando uno quería que se acabara el día?
Se imaginó a su vecina con su bella sonrisa, sentada en la misma terraza que la otra vez, seguramente alguno de los tíos pegajosos se le acercaría… y él estaría al acecho para espantarlos.
Volvería por ella, le demostraría que no había tenido nada que ver con su amiga, se acostaría con ella, y después todo volvería a la normalidad.
No, primero iba a disfrutar un poco de ella; la iba a llevar a cenar.
-Si… -susurró.
Le demostraría que no era lo que ella pensaba. Se imaginaba la cara de sorpresa de lali cuando se presentara en su puerta y la invitara a salir; una sonrisa se alojaba en aquel hermoso rostro. Pero la realidad lo golpeó, quizás se resistiera… su vecina era una mujer difícil; pero él la convencería. Si… saldrían juntos esa noche.
Una tregua de una noche.
Solo rogaba que la tregua no fuera como la del día anterior.
Utilizaría toda su persuasión, le llevaría flores… sería amable… si, aquello era pan comido.

Bolsas. Bolsas. Bolsas y más bolsas.
¡Como le gustaba ir de comprar! Sobre todo para quitarse el estrés. Mirar ropa, zapatos, bolsos, libros, y demás cosas la había ayudado para olvidarse un poco de su vecino… tan solo un poco. Pero algo era algo. Necesitaba quitárselo de la cabeza, su imagen la acosaba, sus caricias, sus manos su boca, todo él la acosaba, no podía ni cerrar los ojos.
Por eso mismo, después de haber pasado una noche muy agitada entre sueños muy movidos. Decidió irse de compras.
Se había pasado horas y horas mirando y probándose primero ropa, después había ido a mirar bolsos, más tarde se había ido a la tienda de lencería y se había comprados unos cuantos conjuntos de una sexy ropa interior, aquello la hacía sentir femenina y segura. Después se había dirigido a la zapatería, donde se había comprado tres pares de tacones de aguja y unas zapatillas. Y por último se había dedicado a mirar libros, allí se había pasado horas, eligiendo, leyendo sinopsis, pasando de uno a otro sin saber cual coger; como solución se había comprado casi todos los que le interesaban.
Y ahora iba cargada como una mula, con montones de bolsas.
Deseaba llegar a casa y soltarlo todo. Se ducharía y estrenaría uno de los trajes que se había comprado, y las fabulosas sandalias de tacón negras, se iría por ahí un rato.
Aunque pensándolo mejor, quizás hiciera eso al día siguiente. Le apetecía tirarse en el sofá con uno de sus libros, y un enorme vaso de coca-cola.
No estaba segura.
Bueno, ya lo decidiría más tarde.
Las puertas del ascensor se abrieron y ella sujetó con fuerza sus bolsas, salió de el y paró delante de la puerta de su casa, haciendo malabares rebuscó en su bolso y sacó las llaves.
El bolso en la boca, los brazos cargados de bolsas, las llaves sujetas con dos dedos mientras intentaba ver.
-¿Se puede saber donde has estado?
Pum… ella dio un brinco, soltó un grito de susto, haciendo que el bolso cayera y su contenido se esparciera.
-¡ahh, peter, que susto! –gritó ella.
-Lo siento –se disculpó él- no pretendía… asustarte.
-Bien, pues tu propósito ha sido nulo, ¡me has asustado! Y mira como está todo…
lali alzó los brazos colocando las bolsas bien, y se agachó, en seguida las bolsas bajaron y se apoyaron en el suelo, enfadada y frustrada, volvió a hacer el intento, aquello era surrealista, ¿Por qué no dejaba primero las bolsas? peter se agachó a ayudarla y comenzó a recoger y echar dentro del bolso.
-Lo siento, lali. No pretendía asustarte así.
Ella suspiró.
-No te preocupes, peter. No pasa nada.
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